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Vaginismo: un dolor invisibilizado

Vaginismo: un dolor invisibilizado

Para quienes no conozcan este término, el vaginismo es la contracción espasmódica involuntaria de los músculos que rodean a la vagina en el momento de la penetración. En consecuencia, intentar introducir objetos (tampones, copas menstruales, juguetes eróticos…), realizarse revisiones ginecológicas o tener penetración vaginal con pene o dedos puede resultar muy difícil y doloroso.

El vaginismo puede tener causas físicas o psicológicas. Los factores físicos pueden asociarse a la aparición inicial del dolor y que, a largo plazo, pueda derivar en un vaginismo, como son haber tenido infecciones vaginales, cicatrices postparto, dispareunia o sequedad vaginal.  No obstante, también hay factores psicológicos que influyen en su aparición y mantenimiento, como son la propia anticipación del dolor, haber recibido una educación sexual basada en el miedo o la culpa, problemas de salud mental como ansiedad o depresión o haber sufrido alguna experiencia traumática con la sexualidad. Pero recordemos, no hace falta haber sufrido un abuso sexual o haber recibido una educación religiosa para escuchar alguna vez en nuestra vida eso de “la primera vez duele” (spoiler: mito). Todo educa.

Este dolor puede ser vivido como una sensación de quemazón y/o presión muscular elevado en la entrada vaginal al intentar introducir algo en ella, notándolo “como una pared o un muro”, expresan habitualmente las personas que tienen o han tenido vaginismo. Pero este dolor va más allá.

¿Y cuánto de frecuente es? Pues aquí viene parte de “dolor invisibilizado”. No se conoce una prevalencia exacta, sino que diversos estudios la sitúan entre un 0,4% y un 8% entre la población general, aumentando hasta un 17% en el contexto clínico. No obstante, los datos cambian según los estudios siendo difícil encontrar un consenso debido a que el vaginismo es una condición subdiagnosticada por la dificultad de llegar a estas personas.

Cuando vienen a consulta para trabajar en su vaginismo, vemos cómo el dolor físico se ha convertido también en dolor psicológico con el tiempo.

  • Afecta negativamente a la autoestima y autoconcepto. Cuando vivimos en una sociedad donde se valora y premia un placer sexual centrado en el coito, no es difícil sentirse fuera de lugar. De hecho, este modelo erótico deja fuera de lugar muchas cosas. Esto agrava el impacto en la autoestima que pueda tener presentar alguna dificultad para la penetración. Ampliar nuestro mapa erótico nos ayudará a sentir menos culpa cuando no podamos tener penetración y a apreciar y disfrutar más de las prácticas no penetrativas.
  • Puede conllevar problemas en la relación de pareja y/o dificultades sexuales. Si a lo anterior le sumamos el papel social que tiene el sexo en las relaciones de pareja y la asunción de roles de género, la autoestima puede verse aún más afectada y la relación de pareja deteriorarse. Muchas personas empiezan a notar cómo su deseo sexual baja a causa del dolor físico y su vida sexual en pareja disminuye en consecuencia. Recordemos lo de ampliar nuestro mapa erótico.

En la consulta podemos escuchar frases como “soy menos mujer por esto”, “mi cuerpo no funciona como debería”, “estoy rota o defectuosa” o “siento que le debo algo a mi pareja”. Cuando os escucho decir esto, siento las ganas de deciros: “¡Sois mucho más que un vaginismo!”, pero sé que en esos momentos necesitáis a alguien que escuche ese dolor invisible que guardáis.

  • Aparecen sentimientos de soledad. Pensar que eres la única persona que tiene vaginismo porque nadie habla de ello es muy habitual, pero erróneo. Muchas personas no lo comparten con su entorno y lo esconden por vergüenza o miedo, viviéndolo desde la soledad. Esto también sucede con otras dificultades sexuales, puesto que ello supone salirse de la norma. Como hemos visto, es un dolor invisibilizado: está presente, pero nadie habla de ello.

Si las personas empezaran a compartir los problemas que tienen con su sexualidad, muchos de ellos se solucionarían más fácilmente.

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